Educación/Sociedad

En educación, una alianza de los adultos

Celina, una joven pedagoga, acaba de presentar una nueva norma que ha producido, en un seminario organizado por el Ministerio de Educación, y obliga a la escuela a dar información a la escuela de las notas de los chicos y de prevenirlos en caso de que puedan aparecer dificultades. Lo plantea como una estrategia de integración de los padres a la escuela, y como un cambio conceptual en la relación entre la escuela y los padres. Juana, directora de la escuela 18, está desesperada con Sebastian, ya citó tres veces a la madre y no logró que viniera. El padre parece no estar en la casa para convocarlo, al menos nunca lo conocieron en la escuela. La maestra dice que no sabe más qué hacer, afirma que le dio todo el apoyo y que no arranca. Juana cree que la maestra no está apostando decididamente a la mejora, y todo se dificulta por la falta de apoyo de los papás. Pero cuando la supervisora le comenta de la nueva norma del ministerio, siente que la supera, que nadie la entiende. Mientras tanto, Sebastián sigue encontrando su cuaderno lleno de marcaciones en rojo, no entiende, le cuesta mucho concentrarse para aprender. El sistema tiene dificultades de comunicación, no logra articular a los actores que deben participar de una estrategia de apoyo a Sebastián, personas que escriben resoluciones, discursos de funcionarios, padres que parecen confundidos en su relación con los chicos. No hemos encontrado un modo de coordinar el trabajo. Mientras tanto, en las aulas hay chicos a los que les va mejor o peor, pero que no encuentran una articulación del mundo adulto para ayudarlos.

El gran desafío es entender que la realidad de todos importa, que necesitamos mirarla entendiendo que el punto central está allí en las aulas, con las diferencias que tienen todas ellas, que están habitadas por personas.

Necesitamos un sistema en el que los de arriba hagan el trabajo de arriba y las escuelas, abajo, el de ellas, de un modo armónico, articulado, ajustando las decisiones y actitudes de todos. Sebastián necesita que su mamá, su maestra y la directora estén juntas, que le digan que van a ayudarlo pero que él deberá hacer un esfuerzo grande. Y cuando aparezca su papá, sumarlo al acuerdo.

En nuestras aulas desordenadas y confundidas es difícil aprender, ordenarse, concentrarse, mucho más para esos chicos que vienen de casas desordenadas y encuentran escuelas en la misma condición. Se trata de ordenarse, articularse, acordar una alianza de los adultos, que los chicos encuentren respuestas coherentes, que los ayuden. Mientras tanto, Sebastián se enfrenta con marcas rojas, correcciones de su maestra, que lo entristecen, le dicen que no puede, y no encuentra una sociedad adulta que lo ayude, que lo guíe.

Celina, una joven pedagoga, acaba de presentar una nueva norma que ha producido, en un seminario organizado por el Ministerio de Educación, y obliga a la escuela a dar información a la escuela de las notas de los chicos y de prevenirlos en caso de que puedan aparecer dificultades. Lo plantea como una estrategia de integración de los padres a la escuela, y como un cambio conceptual en la relación entre la escuela y los padres. Juana, directora de la escuela 18, está desesperada con Sebastian, ya citó tres veces a la madre y no logró que viniera. El padre parece no estar en la casa para convocarlo, al menos nunca lo conocieron en la escuela. La maestra dice que no sabe más qué hacer, afirma que le dio todo el apoyo y que no arranca. Juana cree que la maestra no está apostando decididamente a la mejora, y todo se dificulta por la falta de apoyo de los papás. Pero cuando la supervisora le comenta de la nueva norma del ministerio, siente que la supera, que nadie la entiende. Mientras tanto, Sebastián sigue encontrando su cuaderno lleno de marcaciones en rojo, no entiende, le cuesta mucho concentrarse para aprender.

El sistema tiene dificultades de comunicación, no logra articular a los actores que deben participar de una estrategia de apoyo a Sebastián, personas que escriben resoluciones, discursos de funcionarios, padres que parecen confundidos en su relación con los chicos. No hemos encontrado un modo de coordinar el trabajo. Mientras tanto, en las aulas hay chicos a los que les va mejor o peor, pero que no encuentran una articulación del mundo adulto para ayudarlos.

El gran desafío es entender que la realidad de todos importa, que necesitamos mirarla entendiendo que el punto central está allí en las aulas, con las diferencias que tienen todas ellas, que están habitadas por personas.

Necesitamos un sistema en el que los de arriba hagan el trabajo de arriba y las escuelas, abajo, el de ellas, de un modo armónico, articulado, ajustando las decisiones y actitudes de todos. Sebastián necesita que su mamá, su maestra y la directora estén juntas, que le digan que van a ayudarlo pero que él deberá hacer un esfuerzo grande. Y cuando aparezca su papá, sumarlo al acuerdo.

En nuestras aulas desordenadas y confundidas es difícil aprender, ordenarse, concentrarse, mucho más para esos chicos que vienen de casas desordenadas y encuentran escuelas en la misma condición. Se trata de ordenarse, articularse, acordar una alianza de los adultos, que los chicos encuentren respuestas coherentes, que los ayuden. Mientras tanto, Sebastián se enfrenta con marcas rojas, correcciones de su maestra, que lo entristecen, le dicen que no puede, y no encuentra una sociedad adulta que lo ayude, que lo guíe.

Fuente: Fundación CEPP