ESOS HÉROES ANÓNIMOS QUE MERECEN UNA MEDALLA A LA EMOCIÓN
Como todo Juego Olímpico, Rio 2016 dejó imágenes inolvidables de héroes que el tiempo convertirá en anónimos, pero que más allá de los nombres quedarán en el recuerdo de todos los que vibraron con la máxima cita deportiva mundial que se celebró en Brasil.
La ronda de mates iba bajando en intensidad. El mediodía acechaba con un sol que hacía el aguante en una jornada más fría que fresca. La entrega de regalos por el día del niño ya había caducado hace rato y era hora de “ponerse a hacer las cosas”, pero, en medio del murmullo familiar, una imagen que llegaba desde el televisor dejó a todos quietos por unos segundos. No era el keniata Eliud Kipchoge cruzando la meta en primer lugar, postal bastante recurrente en cualquier maratón que se mire. No. Tampoco se trataba del etíope Feyisa Lilesa, ni del estadounidense Galen Rupp, segundo y tercero respectivamente en la prueba de Maratón Olímpico. Ninguno de ellos, ni tampoco el cuarto, sexto, décimo ni vigésimo cuarto lugar. “¿Por qué corre de costado?”, alguien interrogó, y ésa era la pregunta de todos.
Hay momentos en la vida en los que el resultado pasa a ser tan solo una anécdota. Esos en los que, “jugado por jugado”, lo único que vale o, mejor dicho, importa, es darlo todo. Es cuando tenés que tomar la decisión de perder por uno o dos goles “así no paso vergüenza” o te jugás el todo por el todo y “voy por eso que vine a buscar”, total, en un mano a mano, “que me hagan dos o cuatro es lo mismo”. ¿Le habrá pasado a Federico Bruno eso por la cabeza?
“¡Es argentino!”, dijo alguno. Y una ola de orgullo invadió la mesa. Claro, cuando la cámara tomó el primer plano, mostró la cara del entrerriano a pura mueca de dolor, pero con una firmeza indeclinable en la mirada. Rápidamente los comentarios se multiplicaron en esa ronda de mates que pareció avivarse nuevamente, total, es domingo y no hay horarios. “Se toco el isquio”, dijo alguno, “para mí es la rodilla”, dijo otro, “nunca te pasó que se te va de costado y no podés caminar derecho”, agregó muy seguro, parándose de la silla y sumándole al argumento un movimiento de piernas.
Yo escuchaba. Observaba la pasión que despertaba en mi familia, desde los grandes hasta los chicos, la situación que regalaba la maratón. Comentarios que seguían, desde “pobrecito, ya está”, hasta alientos del estilo “dale, chabón, dale que llegás”, y así. En eso, pienso que esa mesa era un micro público que no hacía otra cosa que reaccionar a un estímulo. Costumbre o pasión de comunicador, tomo el teléfono, toco la pantalla en la parte del pajarito celeste y aprieto en la lupita de buscar. Aparecen las tendencias y, efectivamente, mi presunción era un hecho: el nombre del maratonista lesionado estaba allí. No solo el país, el mundo hablaba de eso.
Los principales flashes, las tapas de los diarios y portadas web, las voces en las calles señalan generalmente a los Michael Phelps, a los Usain Bolt, a las Simone Biles, es cierto. Doscientas medallas cada uno, de todos los colores, una locura, literalmente. La reacción ante estos tipos es de admiración total, ni más ni menos. Se los disfruta y son un ejemplo no solo deportivo sino de vida, de eso estamos todos seguros. Por que estos fenómenos son eso, fenómenos, pero además tienen leguas de laburo encima, lo que los convierte en titánicos.
Pero también están los otros. Los más “normales”, los que quizás tienen “un poco” de talento y unas ganas olímpicas terribles. En todo ámbito de la vida, eh. Yo pienso que la mayoría de nosotros pertenecemos a este segundo grupo y por eso nos sentimos tan identificados, al punto de sufrir mano a mano con el tipo que está a kilómetros y kilómetros de nuestro living, oficina, fábrica o lo que sea. Pensé también en el sentimiento bien argentino, ése de salir a ganar en dónde sea, de encarar la situación de frente, en los Diego, los Manu, los Messi. Sí, es muy nuestro. Pero imaginé también a los hermanos paraguayos tan orgullosos de Derlis Ayala como nosotros de Bruno. El guaraní, en mejor estado que el argentino, aminoró la marcha para acompañarlo y darle liento en los ¡7 kilómetros! que el pibe corrió “de costado”. Y ahí caí que el valor y la emoción ante el esfuerzo y los valores es mucho más global, no tiene banderas, como lo marcaba la lista de trending topic mundial.
Yendo al grano, porque en unos días estaremos todos hablando de fútbol otra vez, siento que hay otros grandes héroes. Ojo, soy el primero que cree que estar en un Juego Olímpico ya es estar en la gloria deportiva. Es la elite de la elite. Pero hay personas a las que le tocan circunstancias que a otros no y las superan con “alma y vida” y, si de algo estoy seguro también, es que las casualidades no existen. Por y para algo se dan en tiempo y forma y, de la misma manera, se convierten en inspiración para muchos.
Una “medalla a la emoción” es la que deberían llevar colgada estos muchachos y estas muchachas que, en la mayoría de los casos, no llevarán a lo largo de los años ni siquiera nombre propio: “el argentino que llegó de costado”; “las atletas que se chocaron, cayeron y se ayudaron a seguir corriendo”; “las gemelas alemanas que cruzaron juntas la meta”; “el padre que entró a la pista de atletismo para ayudar a su hijo” . Y así vivirán en la memoria.
Por Daniel Contreras
Fuente: DXtv