Sustentabilidad

La ingeniería te da una ventaja extraordinaria

Javier Martínez Álvarez es ingeniero industrial y líder regional de Tenaris, con una amplia carrera en el Grupo Techint. Vivencias y desafíos que forjaron su vocación.

“La combinación de conocer otras disciplinas, culturas y actividades enriquece tu experiencia personal y  Profesional. Este es un atributo: la apertura a desafiarte con nuevas cosas”.

A Javier Martínez Álvarez se lo ve tranquilo. Nos recibe en su despacho de las oficinas que Tenaris posee en Retiro, pero gran parte de sus días laborales los pasa en la planta de Campana. Presidente para Cono Sur de la empresa, puesto de mucha responsabilidad en el conglomerado empresarial más grande de Argentina, su background en el mundo laboral le ha enseñado esa tranquilidad. Liderar bajo presión, sí. Pero en calma. Y tras una breve charla de
presentación nos contará que mucho se lo debe a su formación como ingeniero industrial de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Casado y con tres hijos (17, 15 y 12 años), el mayor ya manifestó las ganas de seguir sus pasos. “Cero influencia del padre”, se atajó entre risas. “No tuve una vocación fenomenal por la ingeniería. Tenía dudas entre un espectro amplio de carreras que me gustaban y me dijeron que tenía condiciones para cualquiera. Terminé eligiendo ingeniería porque es desafiante. Es una carrera que brinda una formación espectacular y lo viví como un desafío. Estoy muy contento con lo que elegí, pero fue más con esa amplitud que como una vocación inicial. Después, esto cambió a lo largo de mi carrera”, resumió.

¿Cómo fue tu formación secundaria?
Un poco “no tradicional”. Toda la primaria la hice en un colegio privado de Capital y después nos fuimos con mi familia a Costa Rica, un país lindísimo. Ahí fui al colegio dos años, pero no me gustó porque me había “quitado” a mis amigos, mis primos… me quería ir. Apareció una oportunidad en un internado militar de curas en las afueras de Nueva York. Terminé la secundaria y volví aquí. Tuve que tomar la decisión a qué universidad ir y finalmente elegí la UBA. Fue muy interesante el contraste, un cambio brutal. Además, era el primer año de la vuelta de la democracia.

¿Te costó adaptarte a ese contraste?
La Salle Military Academy, así se llamaba mi colegio, estaba emplazada en un lugar lindísmo sobre la costa de Long Island, rodeada de bosques y con clases chicas.El sistema de EE.UU. tiene la posibilidad de tener clases más fáciles o más desafiantes, si te va más o menos bien. Tenés grupos de muy poca gente. Iba con otros ocho alumnos y un solo profesor, y de ahí pasé a la UBA. Fue en 1983, ese año el ingreso fue un poquito generoso y me acuerdo que mi cabeza se empezó a movilizar de manera intensa. Era la época de los anfiteatros de Paseo Colón con 200 o 300 personas colgadas de la baranda tomando nota… un cambio terrible.

¿Y cómo fue entrar a ese mundo?
Ese primer año de la UBA fue una explosión de democracia. Había una exacerbación de la politización adentro, pero un proceso recontra democrático. Elecciones del centro de estudiantes, carteles, mucha actividad política y un poco de desorden también. Era la democracia retomando el manejo de la cosa pública en Argentina, en una facultad movilizada con mucha más gente en aquel momento de la que podía absorber normalmente. Cuando entrás a la UBA pasás a ser dueño de tu carrera, no hay nadie llevándote de la mano. Para el final de sus estudios sólo había trabajado para una pyme textil hasta que dos jefes de trabajo práctico de una materia invitaron a sus alumnos a anotarse a los exámenes de ingreso del grupo del que eran parte: Techint. “Se armaban unas colas enormes. La primera vez traté y no pude anotarme, pero finalmente lo hice y así empecé mi camino”, recordó. Contó que Techint tenía -y tiene- un plan interesante de jóvenes profesionales. “Un examen de conocimiento técnico y otros grupales
donde evalúan tus aptitudes para interactuar en grupo. Y así fui pasando las sucesivas pruebas y entré a trabajar
en Propulsora Siderúrgica, una empresa que tenía en aquel momento Techint. Y viví una época espectacular,
con un crecimiento explosivo en los siguientes 15 años”, aseguró quien hoy maneja los hilos del proveedor líder
de tubos de acero y servicios para la industria mundial energética y otras aplicaciones industriales.
Para tomar dimensión de lo que significa Tenaris, basta con decir que en 18 países cuenta con plantas productivas, tiene cinco centros de investigación y desarrollo y una red de servicios y distribución en 30 países. Pero
hay más. Para fines de 2017 tenía unos 22 mil empleados (a nivel local son 6400). Entre los grandes proyectos internacionales donde pisa fuerte están “Leviathan” en Israel, cuyo cliente es Noble Energy Mediterranean;
“Zubair” en Iraq (ENI) y el “Gorgon II” de Australia para Chevron. En Argentina la capacidad productiva
anual es de 1,3 millones de toneladas de acero. También tiene instalaciones en seis provincias con plantas
productivas y centros de servicio.

¿Cómo fue ese cambio del mundo académico al laboral? 
Al principio me chocó. Cuando me invitan, voy una o dos veces por año a dar charlas a la UBA y, de alguna manera, es como volver a casa. Siempre les hablo a los estudiantes del desafío de la entrada al mundo laboral. Porque es distinto al ritmo de la universidad, que es híper demandante intelectualmente. Al principio pensé que demandaba menos, pero después te das cuenta que esa demanda está en un lugar distinto. La facultad de ingeniería te forma de manera espectacular para estructurar la vida laboral, que es tanto más variada. Hay que tener en cuenta ese gap en el cambio, donde la adaptación es difícil. Pero la ingeniería te da una ventaja extraordinaria. Uno de tus primeros grandes proyectos fue en SOMISA (Sociedad Mixta Siderúrgica Argentina)… Fue un proceso interesantísimo, una linda etapa donde tuvimos que analizar mucha información sobre cómo estaba la compañía, las ventas, la parte industrial y comercial, los costos. Fue una interacción muy rica con gente de un estilo distinto, de los cuales con
muchos seguimos trabajando juntos. A mí me enriqueció un montón. Y la carrera de ingeniería, otra vez, te da una fuerza enorme para poder analizar y entender una empresa entera en muy poco tiempo. Ese fue el desafío inicial.

¿Y tu etapa de viajero vendiendo acero? 

En esos días los viajes eran de tres o cuatro semanas mínimo. Conocí países que no sé si hubiese podido hacerlo de otra manera: China, Malasia, Tailandia, Corea, Filipinas, India y Bangladesh, entre otros. Los desafíos para vender ahí fueron muy grandes, porque había que generar un vínculo de confianza con un país donde no conocían a la Argentina. Creo que la presencia, directa y personal, junto al profesionalismo del equipo nos permitieron romper barreras. Hoy lo damos por descontado y sin dudas fue uno de estos casos de fortaleza de la empresa

¿Cómo le explicarías a un joven ingeniero qué es hacer carrera en una multinacional?
La base no sé si es tan distinta en un emprendimiento más chico que en una multinacional. Algunos atributos sí son universales. La perseverancia es requerida, la adaptabilidad al cambio. Cuando los chicos me preguntan en la facu qué hice de distinto, les digo que a las oportunidades que se me presentaron les dije que sí a todas. Y muchas veces no era tan lineal que si yo hacía “A” después venía “B”. Mirando para atrás, una virtud que tuve fue no ver simplemente el primer paso, sino la integración de distintas experiencias y áreas de una empresa. La combinación de conocer otras disciplinas, culturas y actividades enriquece tu experiencia personal y profesional. Este es un atributo: la apertura a desafiarte con nuevas cosas. Salir de la zona de confort.

¿La ingeniería influye aún en tu puesto de hoy? 

Sigo viendo algunas cosas de mi formación presentes en algún momento de mi día a día. No sé si es más difícil
cumplir tareas en un puesto con mayores responsabilidades, depende en qué. Lo cierto es que cambia la naturaleza del trabajo. Hoy tengo más desafíos de comunicación. El gran cambio es que antes trabajaba y veía el impacto
directo. El impacto que puedo tener ahora en la empresa pasa muchísimo más por lo que hace el equipo que por
lo que yo hago personalmente. Mi rol pasa a ser más de integración, de comunicar los objetivos y desafíos.

¿Cambiarías algo de la carrera con las transformaciones que ves en el mundo?
La veo muy fuerte y sólida en algunos aspectos, pero de cara al hipercambio en lo personal y laboral que se vive en la actualidad, me gustaría que incorporara otros elementos. Es un proceso difícil, pero hay una necesidad de adaptarse. Esto pasa en el mundo entero, en todas las carreras y en lo laboral. Las empresas tienen que adaptarse a un mundo de cambios muy dinámicos. Me gustaría ver cosas de comunicación o sociología dentro de la carrera, algunas disciplinas que le den más plasticidad a la formación del ingeniero.

¿Cómo pensar el largo plazo en Argentina?
Yo formo parte de una empresa donde eso es lo normal. No lo cuestionamos, porque nos ha ido bien así. Fue otra característica diferencial. Cuando uno hace inversiones de capital como las que tienen nuestras plantas industriales, se ve que son al muy largo plazo y que generaron un círculo virtuoso obvio. Cuando uno se compromete con una inversión de esa magnitud, termina desafiando a todos los que participamos de manera fenomenal. Quién tendría que hacer que miremos al largo plazo: ¿La sociedad, la política o los empresarios? Cada uno tiene su excusa de por qué mira el corto plazo. Un poco todos debemos cambiarlo. Sin dudas, el liderazgo tiene una responsabilidad
mayor, pero la mirada del largo plazo va a estar en el país cuando el ciudadano se convenza de que debe
hacerlo y que tiene que pedir soluciones que implican paciencia. Me resulta obvio ver que de los problemas
que tenemos en Argentina ninguno se soluciona a corto plazo.

¿Vaca Muerta puede ser ese clic?
Tengo el defecto de ser optimista, por lo cual parto de esta aclaración. Veo un grado de madurez en el Estado y en la sociedad respecto del tema de energía, que creo que no estaba antes. La política tomó consideración de que es un tema tan relevante que te puede llegar a deformar o hacer chocar la economía. Vaca Muerta tiene la capacidad de generar divisas y trabajo, motorizar el desarrollo nacional y dar energía barata a los argentinos. Hay experiencias como la de Loma Campana de YPF-Chevron y la de Tecpetrol en Fortín de Piedra que crecieron al punto de mostrar una potencia que es imparable. El proyecto tiene una fuerza en sí mismo con desafíos fenomenales, pero uno ya lo
empieza a ver como una realidad. Nosotros invertimos en desarrollar nuevos productos especiales para
el shale. La experiencia argentina empezó tratando de replicar lo hecho en EE.UU. y hoy ya vemos dinámicas que vuelven para allá. Está sofisticándose mucho.

Tu paso por Sidor (Siderúrgica del Orinoco) en Venezuela fue complicado…
En los inicios fue una experiencia muy rica, en un país con otra cultura y con una planta en una zona privilegiada de la Guayana venezolana, que tiene todo para fabricar acero. El gobierno venezolano tenía la intención de manejar los sectores industriales y la presión era cada vez más intensa. El primer día de trabajo me llamaron y me dijeron que saliera rápido de la oficina porque había 80 personas con palos y cadenas en camino. Después de una intensa negociación logramos terminar dialogando en una sala. Ese fue el comité de bienvenida y de ahí en adelante la
situación se fue complicando. A las pocas semanas hicieron un muñeco mío y lo prendieron fuego. En lo profesional fue muy formativo, pero aquellos años para la compañía fueron intensos y complejos.

Fuente: CAI