Sustentabilidad

“Las obras de ingeniería permanecen”

Hace cincuenta y cinco años, Hugo Rimmele se convirtió en el primer ingeniero nacido en Cipolletti con actividad en todo el Alto Valle de Río Negro y Neuquén. Durante más de medio siglo calculó, proyectó y dirigió más de doscientos mil metros cuadrados de construcciones, y fue profesor de más de cinco mil alumnos. Recientemente creó y donó un monumento en homenaje a la ciudad que lo vio nacer hace ochenta y cuatro años. CLUSTERciar News tuvo la oportunidad de conversar con él.

¿Cómo fue la experiencia de ser un pionero en la zona?

Me recibí de Ingeniero en Construcciones en Bahía Blanca, en 1962. En esa época, en el Alto Valle no había ingenieros y era muy difícil la inserción laboral, porque no existía la costumbre de trabajar con ingenieros y tampoco había presupuestos para contemplar sus honorarios. Entonces, las constructoras proyectaban sus obras con dibujantes. Pero la empresa Zoppi Hermanos me dio la oportunidad. Fui el primer ingeniero proyectista, calculista, director de obra y representante técnico de esa constructora, con la que colaboré durante décadas.

Sus obras son un emblema en el Alto Valle. ¿Podría mencionar algunas?

Dirigí la construcción de edificios, hoteles, escuelas, salones, plantas industriales, complejos deportivos y culturales, y obras de infraestructura vial. En 1968, cuando en Cipolletti solo había casas y chacras, proyecté el edificio Torino de diez pisos. Fue algo tan excepcional que un vecino, al no estar acostumbrado a ver construcciones en altura, avisó que el edificio se movía, cuando en realidad lo que se movían eran las nubes. También en Cipolletti construí la torre que hizo posible la radicación de la empresa Hidronor y generó un desarrollo notable para la población. En Neuquén, proyecté el edificio del Hotel del Comahue, que hasta hace poco fue el más alto de la ciudad.

¿Cuál fue la obra más inusual que le tocó dirigir?

Cuando construimos la sidrera La Victoria, en Cipolletti, los dueños compraron un tonel de madera de trescientos veinte mil litros de capacidad. Era tan grande que, para instalarlo, tuvimos que desmontar el techo, elevar su altura y acondicionar el suelo para que resistiera un peso que superaba los trescientos cincuenta mil kilogramos. La inauguración tuvo lugar adentro de la cuba, donde había un automóvil y más de treinta personas brindando. Fue el tonel de base radial más grande del mundo. La Legislatura de Río Negro lo declaró “monumento histórico”.

¿Qué lo llevó a incursionar en la docencia?

Toda la educación que recibí –primaria, secundaria y universitaria–, me fue brindada gracias a los docentes. Entonces, quise retribuir lo que ellos hicieron por mí y me dediqué a la enseñanza. Hoy siento la satisfacción de haber cumplido cuarenta y dos años de docencia en escuelas técnicas. Les di clase a más de cinco mil alumnos, y muchos de ellos hoy son ingenieros, arquitectos o maestros mayores de obras. Esa fue mi forma de agradecimiento.

¿Cómo se transformó el trabajo de los ingenieros a través de los años?

En primer lugar, cambió por la tecnología: cuando yo comencé, todo se hacía en forma manual, con lapicera, con tinta, con tablero, incluso para calcular estructuras usábamos una regla de cálculo que era de plástico. En segundo lugar, la profesión se transformó por las especializaciones: antes, los ingenieros eran generalistas y ahora son especialistas en electricidad, en cálculo, en sanidad y en cada área concreta de trabajo. Hoy, el perfil del profesional es mucho más específico que antes.

¿Qué regalo le brindó usted a Cipolletti?

Construí un monumento para homenajear a la ciudad donde nací y también para apoyar la gestión actual de nuestro intendente Aníbal Tortoriello. Cuando me surgió la idea, consulté en la intendencia si me brindaban un lugar para que yo donara esa obra. Cuando les presenté la maqueta, se emocionaron y me cedieron una plazoleta en la entrada de la ciudad. El diseño del monumento presenta el escudo de Cipolletti contenido en la letra “C” y tiene una placa alegórica a mis cincuenta y cinco años de profesión.

¿Qué proyectos le quedan por realizar?

Estoy formando un consejo de habitantes veteranos de Cipolletti para que podamos ser consultados y colaborar con las autoridades municipales en la mejora de la infraestructura de la ciudad. Por otra parte, Fundación Potenciar nos brindará sus aulas para que podamos transmitirles a los chicos las diferentes historias que vivimos en nuestra ciudad a lo largo de las décadas. Será un pequeño aporte para que los chicos conozcan y valoren más el lugar donde viven.

¿Cuál es la mayor satisfacción que le brindó la ingeniería?

Cuando un ingeniero crea una obra, esa obra queda a la vista. Yo voy por la ciudad y me emociono cuando veo un edificio o un puente que proyecté hace tiempo. Las obras de ingeniería permanecen. Además, aumentan la calidad de vida de la población y tienen un rol importante en el desarrollo del país. En cincuenta y cinco años, he proyectado más de doscientos mil metros cuadrados de construcciones. Y si hoy volviera a elegir una carrera, elegiría otra vez ingeniería.

Fuente: CLUSTERciar News