Educación/Sociedad

Gracias a su lucha, logró ser el primer docente de gimnasia con discapacidad

Emiliano Naranjo nació con una parálisis cerebral; su caso abrió el camino para otros en condiciones similares

Un grupo de 10 chicas de distintas edades están practicando gimnasia deportiva en el Club Social Paso del Rey. Sobre los colchones azules y una pequeña cama elástica hacen distintas piruetas. A un costado, su profesor las observa con atención, manteniéndose en pie con la ayuda de unos bastones canadienses y dándoles indicaciones constantemente. Luego se sienta en una silla, llama a sus alumnas y en su laptop les muestra videos de ejercicios.

“La mayor dificultad a la que me enfrenté durante la carrera es la que viven todas las personas con discapacidad en su día a día: el prejuicio”, afirma Emiliano Naranjo, de 37 años, quien nació con una parálisis cerebral y se convirtió en el primer docente de educación física con discapacidad en el país.

A partir de su caso, varios profesorados abrieron sus puertas a personas con esa condición y muchas están por recibirse.

Emiliano no tiene un movimiento coordinado de sus piernas y desde muy temprana edad hizo ejercicio. Gran parte de su rehabilitación siempre se apoyó en su deporte favorito, la natación: nadaba seis veces por semana en el Club Ituzaingó para ejercitar sus piernas. Actualmente, se sigue entrenando para estar en forma.

Cuando tenía 17 años, una señora se acercó a la pileta donde estaba. Su hijo tenía una discapacidad muy similar a la de Emiliano y le preguntó si podía darle clases. “En ese momento, descubrí que me gustaba enseñar. Me di cuenta de que mi mayor fortaleza está donde todos creen que se encuentra mi debilidad, en el movimiento”, recuerda el docente, que vive solo en un departamento en Morón.

Derribar prejuicios

Apoyado por su familia, en 2002 empezó a cursar la Licenciatura en Educación Física en la Universidad de La Matanza. En su primer día en el curso de ingreso se encontró con una situación que iba a repetirse constantemente a lo largo de la carrera: “Cuando entré al aula me preguntaron si no me había equivocado de clase. No podían entender por qué estaba ahí. Inconscientemente, uno hace un juicio de antemano determinando qué puede hacer o no una persona con apenas verla”, asegura.

De hecho, pudo hacer la carrera por un plan de estudios que originalmente estaba pensado para aquellas personas que se lesionaban y no podían cursar las materias prácticas. Técnicamente, no estaba planificado para una persona con discapacidad. Así, se recibió en 2007.

Se desplaza en silla de ruedas o con bastones canadienses, dependiendo de la cantidad de cosas que tenga que hacer ese día. Así se lo ve por los pasillos de la Escuela Nº 2 Rumania, en el barrio Villa Real, a pocas cuadras de la General Paz. Allí, se encarga de supervisar las adaptaciones de los alumnos con discapacidad y las capacitaciones de los profesores.

Todas las personas que se lo cruzan lo saludan. “Ahí viene la estrella”, bromea un empleado. Emiliano sonríe incómodo: sólo quiere que se lo vea como a un docente más.

También trabaja como consultor pedagógico en otras instituciones públicas y privadas, como la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) o la Red por los Derechos de las Personas con Discapacidad (REDI). Suele movilizarse de forma independiente, tomando el colectivo, pero cuando tiene que ir a varios lugares en el mismo día tiene la ayuda de su asistente Sabrina, para trasladarse en auto.

Con las mismas intenciones de ser docente, quiso ingresar al profesorado de la universidad. Éste agrega a su cursada seis materias prácticas, que necesitaban ser adaptadas por su condición. Luego de una serie de encuentros formales con las autoridades de la Universidad de La Matanza, quienes rechazaron modificar el plan de estudios, Emiliano recurrió a la Justicia en 2011. Acompañado por la Asociación de Derechos Civiles (ADC), el proceso judicial los llevó al Inadi.

En noviembre de 2015, la Corte Suprema de Justicia de la Nación le reconoció la posibilidad de inscribirse y cursar el profesorado. “Soy feliz porque, a pesar de los obstáculos, siempre hice lo que me planteé. Estoy seguro de que cada vez vamos a tener más personas con discapacidad y sin discapacidad trabajando juntas”, concluye Emiliano.

La paradoja de la educación que excluye

Según Emiliano, en el país no todas las personas acceden a la educación, pero el problema es más marcado entre los estudiantes con discapacidad. “La educación excluye, pero al mismo tiempo para mucha gente es la única herramienta que tienen para poder prosperar. No todos tenemos las mismas oportunidades. Hay quienes tienen que hacer un esfuerzo obsceno para lograr una vida digna. Soy docente porque me resisto al orden de la desigualdad que rige”, asegura Naranjo. Remarca que el problema no es sólo institucional, sino que también se da en el caso de varios profesores que se niegan a trabajar con personas con discapacidad. Su objetivo es seguir siendo consultor pedagógico para garantizar el acceso a una educación de calidad para todos.

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Fuente: La Nación